A sus 67 años, Roberto García Gómez ha convertido los desafíos de la vida en una fuente de inspiración y creatividad. Desde su puesto en el mercado de Analco, en Puebla, ofrece juguetes tradicionales como rompecabezas, carritos, baleros y juegos de mesa, testimonio vivo de una lucha personal que comenzó hace más de cinco décadas.
Con solo 13 años, una fiebre provocada por una amigdalitis lo dejó sin movilidad en las piernas. A pesar del impacto emocional y físico, Roberto encontró una forma de reconstruir su vida.
Antes de la enfermedad, era un apasionado del deporte. Subía cuatro veces por semana el Cerro de Loreto y corría unos 40 kilómetros en ese mismo periodo. La transición a una vida sin caminar fue un proceso largo y doloroso.
Ese primer paso hacia la reinvención vino de la mano de las manualidades. Aprendió a trabajar con fieltro, migajón y tarjetería española, habilidades que le enseñaron amigos y una antigua pareja. Aunque las manualidades no eran sostenibles económicamente, descubrió que el comercio ofrecía más posibilidades.
A los 40 años decidió vivir por su cuenta, enfrentando los retos de la autosuficiencia.
En su búsqueda de superación, se unió a un grupo de personas con discapacidad, donde aprendió a elaborar rompecabezas y descubrió el tenis de mesa. Este grupo, además de proporcionarle habilidades prácticas, fortaleció su confianza y sentido de pertenencia.
Desde entonces, Roberto ha dedicado más de 35 años a crear rompecabezas, un oficio que combina su habilidad y creatividad. Sin embargo, reconoce los desafíos de competir con la tecnología moderna.
A pesar de ello, defiende el valor de los juguetes tradicionales. Considera que fomentan la creatividad y permiten disfrutar de la infancia de una manera auténtica.
El trabajo de don Roberto no solo le ha permitido ganarse la vida, sino también contribuir a preservar tradiciones. Escuelas y clientes interesados en juguetes artesanales valoran su labor, lo que le llena de satisfacción.
La historia de Roberto García Gómez es un recordatorio de que la resiliencia y la creatividad pueden transformar las adversidades en oportunidades, manteniendo vivas las raíces culturales mientras se adaptan a los tiempos modernos.